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Realidad hecha a la medida



En la Crónica de una Muerte Anunciada por Gabriel García Márquez sabemos desde el principio que Santiago Nasar es asesinado por los hermanos Vicario. Aunque la novela se estructurada como una novela policiaca y como una tragedia griega, que parten de un crimen, García Márquez va desde la claridad de los hechos del crimen a la confusión general, desde la luz hacia la sombra, concluyendo que Santiago Nasar fue la víctima de un crimen que no se puede probar, aunque se sabe quiénes lo mataron.


En la novela el pueblo lo sabe todo y se une en un coro común, con una sola voz que tiene una meta: defender el honor de una mujer. El pueblo no pudo salvar a Santiago, o más bien, no quiso salvarlo. Esto es evidente por dos razones: después de la muerte no hay duelo y la verdad de quien se acostó con Angela no le importa a nadie. El pueblo encontró la verdad a su medida, que fue Santiago Nasar. El narrador es parte del pueblo y aunque tiene como objetivo averiguar que paso ese día y quien es el verdadero culpable, el también es cómplice de esconder la verdad.


El sentimiento colectivo del pueblo indica que todo el mundo odiaba a Santiago Nasar y todos tenían cuentas por saldar. La farsa colectiva es que el asesinato sucede para defender el honor de la familia Vicario. La novela tapa la verdad: todos quieren matar a Santiago Nasar por su forma de ser. A nadie le importa la verdad, lo que importa es que las acciones de la gente, en este caso las acciones de Santiago Nasar, pasan factura. La fatalidad o desgracia no existe y Santiago Nasar tiene que morir porque a todo el mundo le conviene que muera.


García Márquez usa el pueblo para representar la identidad Latinoamericana, en donde la verdad es muchas veces doblegada a favor de “valores” que solo sirven para encubrir algo mas oscuro, en este caso las ganas de castigar a alguien detestado por todos. Esto funciona igual en nuestras mentes, donde la verdad también es doblegada a favor de “valores” personales que encajan mejor con nuestra lógica y realidad.


Los humanos somos racionales, inspirados por razón o emoción. Cuando la verdad no entra dentro de nuestra lógica, tendemos a crear explicaciones que la hagan encajar, así sea a la fuerza. Como el acto de limar las puntas de un cuadrado para que quepa dentro de un hueco circular. Aunque este entre, siempre quedaran espacios sin llenar. Aunque no hay nada, sino el testimonio de Angela Vicario, que pruebe la culpabilidad de Santiago Nasar, el pueblo lo toma como hecho. Para dar lógica a nuestra vida muchas veces nos creamos nuestra verdad a la medida.


Esta verdad hecha a la medida me hace pensar en lo que suele suceder cuando recordamos el pasado. De entrada, la verdad esta influenciada por nuestra perspectiva, incluyendo nuestra capacidad o incapacidad de entender lo que sucedía en ese momento. Por eso existen las discrepancias entre los recuerdos de dos personas que vivieron la misma experiencia. Mucha gente se aferra al pasado para explicar sus fracasos echándole la culpa a otras personas para darle lógica a sus resentimientos. Es imposible que la verdad viva más que un instante; con el tiempo siempre se desvanece y se transforma en otra cosa.


Un regaño fuerte e injusto, un grito desbordado, un golpe o castigo exagerado puede haber sido la reacción de cualquier padre inadecuado, defectuoso, triste, descontrolado, desesperado a las travesuras normales de los hijos. Todos nos equivocamos con los hijos, gritamos o castigamos cuando debemos abrazar y besar. Y en la noche, cuando estamos solos con los pensamientos vemos nuestras deficiencias y esperamos que los muchachos se recuerden también de las cosas buenas que hacemos. Es mejor aferrarse a las memorias alegres del pasado, porque las memorias buenas fortalecen las relaciones y suman a la felicidad. Y eso se convierte también en una realidad hecha a la medida.

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